La solución de una visitante de la COP25 a la emergencia climática

Las dos (o tres, si contamos los preparativos) últimas semanas de 2019 estuve volcado con mis compañeras y compañeros en montar un stand para Suez en la zona verde de la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, la COP25. En Chile había unas protestas ciudadanas que iban a peor y que hicieron cambiar la sede a Madrid. No vi a Greta Thunberg, ni a Arnold Schwarzenegger, a Alejandro Sanz, ni a Harrison Ford. Vi gafas de realidad virtual que a ratos se desconectaban, una wifi de la que dependían casi todas nuestras demos, y un desfile continuo de público y personalidades con las que conversar sobre cambio climático y soluciones avanzadas. Fuimos honrados con la visita de ministras y ministros, presidentes, consejeras y consejeros autonómicos, alcaldesas, alcaldes, concejalas y concejales, y todos sin excepción compartían y mostraban su compromiso en la lucha por la mitigación de y la adaptación al cambio climático. En dos semanas hicimos la agenda de visitas de unos dos años, más o menos. Volví a ver a colegas de la dirección y de la actividad frenética y cotidiana de mi empresa, a proveedores y espero que futuros socios, a personas que trabajan en la sociedad civil por que todo esto mejore en algún sentido. Dos intensas semanas ruidosas y afónicas, de entusiasmo y esfuerzo por acercarnos a las metas de un mundo mejor pese a los obstáculos y la complejidad imperante.

El stand de Suez en la COP25

Recibimos en el stand más de una visita curiosa. Una mujer menuda y discreta estaba muy impresionada y agradecida por lo que la técnica y la ciencia hacía por la sociedad, pero tenía un punto de vista que iba repartiendo. Era algo que había escrito poco antes, lo imprimió en múltiples ejemplares y lo distribuía a quien la escuchase. Fue mi caso, brevemente, y tampoco le presté mucha atención, dada mi condición de hiperactivo infraatento que no se concentra apenas en nada y que nada termina. Pero me quedé con el papel, y lo transcribo a continuación, con toda su ingenua honestidad y con su lucecita de esperanza detrás de la tristeza sombría que nos entra a todos tras fracasar una y otra vez cuando intentamos enderezar el mundo.

A todos los gobernantes, científicos, activistas y toda la Humanidad.

Soy ****. Una agradecida y enamorada de la Vida.

Siempre tuve la convicción de que mientras la Ciencia no se fusionara con la Espiritualidad no habría evolución.

Pensaba que alguna equivocación tuvo que haber en la Ciencia, en los inventos y descubrimientos que nos ha llevado por el camino hacia el estado actual de este maravilloso planeta, ahora en Emergencia Total.

¿Y como se lo explicaría yo a mentes más racionales?

Un nombre me martillaba el pensamiento: EINSTEIN y hasta me matriculé en Física, en la Universidad de Mayores.

Quería entender todas las Leyes. Descubrir dónde estaba el error. Me las leí todas y ninguna me daba la respuesta, hasta que encontré un escrito… la carta de Einstein (de dudosa veracidad para algunos) a su hija Lieserl.

No me importa si es verídica o falsa. Yo la creo, porque en su contenido encontré la respuesta y la clave: la fuerza del Amor. Dice así:

Mi querida hija:

Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los prejuicios del mundo. Te pido, aún así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación.

Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el amor.

Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas.

El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica a lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.

Esta fuerza lo explica todo y da Sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo.

Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E=mc2 aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.

Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser sensible que en él habita, el amor es la única y la última respuesta.

Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada.

Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.

Lamento profundamente no haber sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti he llegado a la última respuesta

Tu padre

(Albert Einstein)

«… que la Humanidad no se extinga en su ciego egoísmo», dijo.

Creo haber entendio lo que este Genio quiso transmitir a la Humanidad

Si el Amor es la ausencia total de:

– AMBICIÓN

– ARROGANCIA

– AVARICIA

– COBARDÍA

– DESHONESTIDAD

– EGOCENTRIMSO

– EGOÍSMO

– ENVIDIA

– INTERESES PERSONALES, POLÍTICOS Y ECONÓMICOS

– MATERIALISMO

– ODIO

– ORGULLO

– SOBERBIA

Pregunto: ¿Todos los inventos y descubrimientos fueron empleados con Amor?

El invento de la electricidad fue maravilloso, pero ¿su descubrimiento hizo que la luz y el calor llegue a todos, en los fríos inviernos?

Es verdad que los medicamentos fueron un invento extraordinario, ayudan cuando son absolutamente necesarios, pero ¿no sería más honrado que se enseñara cómo evitarlos?

¿Y los alimentos? ¿Plastificados, pre-cocinados, enlatados, embotellados, que la mayoría nos enferma o nos mata? Exceso de producción, mala calidad y toneladas a la basura, al año.

Se afanan en descubrir vida en el Universo, gastándose millones ¿acaso está resuelta la nuestra en esta Tierra?

Y además quieren encontrar agua. La nuestra apenas es potable y no llega a todas las civilizaciones. Se mueren por beber agua contaminada…. mientras vemos cómo sube el nivel del mar.

¿Y el aire que respiramos? Se descubrió el átomo y lo emplearon en bombas que apuntan los unos a los otros. O que no se sabe qué hacer con sus residuos. O que basta la explosión de una Central para aniquilar nuestra Vida.

Vaya, con tantas energías alternativas, empezando por nuestro Sol que nos la da gratis todos los días.

¿Qué Ciencia es ésta sin Conciencia? ¿Acaso ha estado fusionada con la espiritualidad? ¿Con la fuerza del Amor de que hablaba Einstein?

Mi conclusión es que no hubo error en la Ciencia, en sus inventos o descubrimientos, más sí en la firma cómo los aplicaron, totalmente exentos de Amor.

Pero no es tiempo para reproches. NO MÁS REPROCHES. Todos somos culpables. Nadie puede decir: YO NO LO SABÍA. Ahora sólo queda tiempo para las SOLUCIONES.

Apelo y ruego a todos los científicos, a los investigadores, a la unión de vuestras mentes brillantes y a todo aquel al que se le ocurra alguna idea para soluciones y frenar este camino hacia el fin de etsa Humanidad.

También ruego a todos los Gobernantes, que tienen el poder de dictar las Leyes y la responsabilidad de que éstas se cumplan con Justicia y Amor. Sin miedo y sin cualquier otro interés que no sea el establecimiento de un Nuevo Orden Mundial hacia el Retorno.

¡Lo podemos! Todos somos necesarios. La espiritualidad no es creer en un Dios que castiga o apremia.

El ‘Botón Rojo’ ahora lo tiene la propia Naturaleza, sólo espera nuestra decisión. ¡AHORA!

Que la fuerza del Amor nos ayude a todos a llegar a la última respuesa como llegó Albert Einstein.

Gracias a todos.

*** (omito sus datos personales)

Una amante y defensora de la Vida, de la verdad del Amor y la Justicia.

(Escrito el día /12/2019, comienzo de la Cumbre Cambio Climático COP25)

Esta mujer no quería molestar, estaba muy agradecida, como en su carta al mundo. Miraba las pantallas de nuestro stand, lo que contamos que hacemos para cuidar el medio ambiente y la sostenibilidad y se mostraba impresionada. Pero seguía pensando que nos faltaba algo. Tenía esa firme determinación, esa mirada de los visionarios. A lo mejor se ha basado en un viral apócrifo de Albert Einstein y en unas cuantas simplificaciones (¿ningún avance técnico-científico se ha desarrollado con Amor?), cuadraturas del círculo (¿fusionar ciencia y religión?), platonismo (dualidad razón-alma) y otros lastres. Puede ser. Pero se pone en marcha y hace lo que puede, con lo que tiene, donde está y con quien se encuentre. Sólo he tardado año y medio en difundir su mensaje, y por el camino aquí ha pasado de todo, como, por ejemplo, una pequeña pandemia que nos pone pensativos a los que tenemos la suerte de no caer como tantos han caído, que ha permitido que se oyese el canto de los pájaros en las ciudades, que ha repartido tanto sufrimiento como gratitud por pequeñas cosas a las que no prestábamos atención pese a su importancia.

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Mundo digital y agua como servicio esencial

Dentro de unos días voy a asistir en nombre de Hidralia a las jornadas técnicas de H2Orizon en Sevilla, para participar en una mesa redonda titulada «Mundo digital y agua como servicio esencial», junto a ilustres personalidades en la materia, lo cual me honra e intimida a partes casi iguales:

MODERA: Esther Paniagua

La digitalización de los servicios relacionados con el agua no es tan nueva como podríamos pensar en un principio. La terna de los SCADA, los SIG y los modelos de simulación eran la santísima trinidad de las empresas de aguas allá por los años 80 del siglo pasado. Entonces, como ahora, se les llamaba «nuevas tecnologías».

Lo único que pasa es que se han rebautizado estos conceptos y, en teoría, es más barato colocar dispositivos que capturen y transmitan datos, que analicen situaciones in-situ o en la nube, e incluso que tomen decisiones más inteligentes y previsoras que las de un humano sobre, por ejemplo, abrir o cerrar una válvula, pequeña o grande, arrancar una bomba o apurar la capacidad de almacenamiento de un depósito para optimizar el consumo de energía.

La captura remota de información se ha difundido y generalizado por medio de, por ejemplo, sistemas de lectura remota de contadores domiciliarios, lo que permite contar con un volumen de información sin precedentes, una oportunidad que implica el desafío de manejar esos datos respetando estrictamente la intimidad de las personas y permitiendo su análisis agregado, anonimizado, para entender cómo funciona el territorio y anticiparse a las necesidades futuras.

Los inventarios cartográficos de las instalaciones se han digitalizado, más allá de la broma jerezana de la «Cartografía en soporte magnético», que en los 90 era un plano sujeto con imanes a una chapa metálica. Hoy en día, los estándares abiertos y de reutilización de los datos abaratan crear un conjunto de datos específico para cada problema que se quiera resolver, siempre y cuando no exista el estreñimiento tan nuestro de retener el conocimiento para ganar ventaja, contribuyendo de ese modo a un estancamiento que a nadie conviene, ni siquiera al que logra una presunta ventaja pasajera. Pero esto forma parte de mis idealismos quijotescos y nos aleja de la cuestión.

Cada vez que alguien dice «Big Data», un datito muere en alguna parte. Fuente: tenor.com

Por último, los modelos de simulación, de aprendizaje automático, de inteligencia artificial y las herramientas de análisis de conjuntos inmensos de datos ayudan a intentar predecir qué pasará o a recomendarnos qué es lo mejor que podemos hacer para cubrir unos objetivos que han de ser ambientales, incluyendo a los humanos y su prosperidad en el ámbito de lo ambiental, naturalmente. Hoy se pueden calcular escenarios alternativos de uso de recursos y compartir los resultados con el resto de usuarios, de forma que si alguien tiene una alternativa mejor, sólo tiene que proponerla, se evalúa en el modelo y se visualiza por parte de todos su idoneidad. La duda es si seremos capaces de soportar esa transparencia.

Más allá de lo tecnológico, las actividades de responsabilidad social, de apoyo a los colectivos desfavorecidos por parte de las empresas de aguas (un ejemplo aquí) ayudan a encontrar mecanismos que faciliten el acceso a estos servicios básicos pese a los altibajos a los que hoy en día cualquiera podría estar expuesto. Las apps permiten a los ciudadanos de nuestro «primer mundo» conocer su consumo, ponerse alarmas por si tienen una avería interior, domiciliar sus pagos por el servicio, participar y ser atendidos en múltiples canales, más allá de la tradicional cola ante un mostrador.

En las ciudades se asegura el servicio de entrega y recogida del agua con garantías de cantidad y calidad. En las zonas rurales se avanza hacia el pleno saneamiento, pese a las multas por la demora en lograrlo. Tenemos pendiente supervisar y evitar los desbordamientos del saneamiento y, en menor medida, prevenir inundaciones cuando llueve. El estándar avanza y mejora año tras año en los núcleos de población.

¿Cómo es posible que con tantos adelantos a nuestra disposición aún tengamos pendiente el 6º objetivo de desarrollo sostenible del milenio? Asegurar la disponibilidad y la gestión sostenible de agua y saneamiento para todos es un fin de esos que diferencian acarrear piedras de construir una catedral que toque el cielo e inspire a los demás. Sin embargo, y seguro que Catarina lo podrá explicar con datos más frescos que mi difusa intuición, esto es algo que está lejos de obtenerse en gran parte del planeta.

En 2017, el 10% de la población no utiliza fuentes mejoradas de abastecimiento de agua potable, y cerca de un tercio de la población mundial no dispone de saneamiento. 2000 millones de personas vivían en países con un alto estrés hídrico, extrayendo más recursos de los que se renuevan, con lo que en el futuro es casi seguro que sufrirán la escasez. (Fuente: Source: Report of the Secretary-General, «Progress towards the Sustainable Development Goals», E/2017/66, citado en https://sustainabledevelopment.un.org/sdg6)

Incluso más allá del uso directo, la disponibilidad de agua para la producción de alimentos a un precio que permita ejercer la actividad es algo de difícil garantía, en parte por la variabilidad de un fenómeno aleatorio como es la meteorología, pero sobre todo porque tenemos pendiente integrar la información, basar nuestras decisiones en datos, cooperación e información, en lugar de en intuiciones engañosas o en intereses no declarados.

Es un desafío como especie, que afecta a algo infinitamente más importante que los resultados del año que viene. Vamos a por él.

Acabaremos comiéndonos nuestro plástico

En realidad, ya nos lo estamos comiendo. Es lo que nos recuerda este vídeo que ha montado CREA y la dirección de Desarrollo Sostenible de suez para concienciarnos en este día mundial del medio ambiente.

El hecho de que desde hace años exista un séptimo continente formado por los plásticos que son la consecuencia de nuestra avidez de consumo y desecho, más que avergonzarnos o indignarnos debería tener una consecuencia en nuestros comportamientos cotidianos. Cada pequeña decisión es un sumando más en la factura que estamos dejando a nuestros hijos y nietos. Ojalá yo tuviese la oratoria de Al Gore o el encanto de Leonardo DiCaprio para abrirnos a todos los ojos con esta incómoda verdad con la que algo tenemos que empezar a hacer, dejar de hacer y seguir haciendo.

Por ejemplo, Lidl va a dejar de vender bolsas de plástico. ¿Es una maniobra más de greenwashing, calculada para quedar bien? Podría ser, pero también es un comienzo. Podemos empezar habitos nuevos, como ir andando a hacer la compra, y usar un carrito en vez de bolsas. ¿De verdad necesitamos tanto plastico alrededor de las latas de refrescos, de los juguetes, de las herramientas, del acero inoxidable de los electrodomésticos, de frutos cuya piel es ya un envoltorio ideal? Cuando pensamos un poquito en los recursos que han hecho falta para nuestro paseo triunfal de un mes, un día, un rato, parece más cierto lo que los agentes de Matrix decide sobre que somos un virus que agota por completo el ambiente que ha tenido la mala fortuna de acogernos.

Cuando yo era un niño, allá por los 70 y 80 del pasado siglo, al lado de mi casa, en la calle Puentezuelas de Granada, había un taller gestionado por un señor con peluca y gafas de pasta como las de Alfredo Amestoy. Era un hombre a veces antipático que quizá ya no esté entre nosotros (la tienda cerró), pero que vivía de reparar los cacharros domésticos que se iban averiando en las casas del vecindario. La batidora, el tostador, los televisores tenían vida extra en su establecimiento hasta que su verdadero fin habría llegado. Hoy las tiendas de reparaciones de móviles de mi actual barrio arreglan teléfonos pero también se dedican a la compraventa del último modelo a cambio de dinero y el penúltimo. Algo ha cambiado a peor. Hacer la papilla de un hijo es más prioritario que darle a ‘me gusta’ a las fotos de los famosos. Sin embargo, la batidora estropeada la arreglamos comprando otra, y el móvil lo cambiamos aunque no esté roto, para presumir. En fin, toda esta digresión es por preguntarnos ¿Qué diablos nos pasa como especie? ¿Merecemos de verdad extinguirnos? Porque nos comportamos como si lo mereciésemos, aunque alguna esperanza nos queda cuando se alzan voces que nos intentan despertar. ¿Lo intentamos por lo menos hoy?

Gamificación en Agbar y Suez

KTM advance es una empresa de creación de «juegos serios» que hizo este juego de Suez ambassadors allá por 2011. Se trata de que los empleados del grupo lo conozcan mejor y sean capaces de contar a sus contactos sus 4 objetivos y 12 compromisos (los que tenía entonces, antes de que empezara la «revolución del recurso» en que anda inmerso). Interesante iniciativa en la que jugando aprendemos más que en severos comité de ceño fruncido.

El caso es que ya tenemos un buen puñado de iniciativas que intentan ayudarnos a entender mejor los procesos, o a alcanzar un mejor desempeño en ellos, por medio del desafío lúdico que suponen. Los juegos tienen una importancia fundamental en los procesos de aprendizaje.

Por ejemplo, Pixi es una app que está disponible en Android y iTunes donde podrás consultar el consumo de agua de tu hogar gracias a tecnologías avanzadas (la telelectura) que ofrecen un detalle diario y compararlo con hogares similares al tuyo. Según las características, tu familia Pixi se identificará con un avatar que te permitirá participar en retos y foros para conseguir puntos y canjearlos por premios.

Captura de pantalla de Pixi. Fuente: itunes store

Captura de pantalla de Pixi. Fuente: itunes store

Durante el juego se activa la atención, debido a la curiosidad que supone experimentar con las reglas del juego, con la comprensión de qué es lo que hace ganar, o el descubrimiento de consecuencias inesperadas y que no hacen daño directamente.

Puede ser precisamente eso lo que capacita a la generación de los nativos digitales para entender intuitivamente cómo funcionan los ordenadores, la falta de miedo a unas desgracias insuperables que los GenX sí que tememos. Parece que interactuar con un sistema no les hace pensar en el siniestro HAL de «2001, una odisea del espacio».

Del átomo (de la molécula) al bit

En una de mis visitas de trabajo a la Ciudad del Agua, en la zona franca de Barcelona, me encontré con este metro cúbico de metacrilato que se ve en el centro de la foto. Es un instrumento ya clásico para provocar la reflexión en diversos debates: si comparamos el precio de este metro cúbico de agua con el de un metro cúbico de agua embotellada, vemos un salto de tres órdenes de magnitud, y eso sin contar el coste ambiental de todo ese plástico yendo a parar al mar.

Pero en los recientes debates sobre la remunicipalización, lo de que el agua no es un negocio, etcétera, nos puede dar por pensar en si lo que venden las empresas privadas (y públicas, a ver si es que en Sevilla o en Madrid no hay que pagar por el servicio de agua) no es un metro cúbico de agua.

Si eso fuese así, el vídeo del hombre con bigote, pelo en pecho y cadena de oro metido en la bañera y repartiendo el agua de esa misma bañera de mala gana tendría algo de cierto. No se cobra por el agua. De hecho, quien cobra por el agua es el estado, con las concesiones administrativas y las tasas de utilización de agua. Se cobra por el servicio, por traer ese agua desde el subsuelo, los ríos, lagos, embalses o el mar hasta una instalación que permita potabilizarla, y después transportarla por una extensa red de tuberías, con bombeos que consumen energía eléctrica, con sistemas de control sanitario, sistemas de «control de trafico del agua», personas que aseguren que funciona todos los días, a todas horas, con las manos o con la cabeza. Y que recojan el agua usada hasta instalaciones donde se acondicione para devolverla al medio natural. Todo ello cumpliendo una cantidad de regulaciones comunitarias, nacionales, autonómicas y locales para garantizar la calidad del servicio, y al fin al cabo, del recurso que se entrega al usuario de ese servicio.

No se cobra por los átomos de agua, se cobra por entender y gestionar el proceso que asegura que lleguen a casa y se recoja de casa el producto usado. Si fuesen patatas o libros, no tendríamos estos apasionados debates que a menudo no tienen un fundamento sólido. Al hablar de agua conectamos con el animal que duerme en el centro de nuestros cerebros, en el paleocórtex, donde se desencadenan las respuestas instintivas a estímulos que no dejaban tiempo para pensar si lo que se quería era sobrevivir. Podríamos hablar de eso pausadamente, sin alegatos del tipo «yo primero», y entender las posiciones mutuas sin intentar aprovecharlas para lanzar mensajes que sean bien acogidos por los votantes. Se tomarían decisiones responsables que evitasen el despilfarro de recursos, cosa que ocurre en uno y otro bando mientras el medio se estropea cada vez más y nosotros, todos, somos ajenos a que estamos pidiendo más de lo que el planeta nos puede conceder.

Hoy en día, más que nunca, es necesario hablar sobre la base de datos objetivos. Las opiniones se agitan con tanta facilidad que pronto nos veremos apoyando disparates que nos dejarán sin margen de reacción. Las instalaciones que en siglos pasados se construyeron para que llegase el agua a los domicilios, para que las calles no fuesen un estercolero insalubre, necesitan un mantenimiento para seguir funcionando con fiabilidad. Los recursos deben administrarse con visión conjunta, dando prioridad a lo que va primero y dejándose de posturas interesadas disfrazadas de sabios consejos por el bien común. ¿Estamos preparados para eso?

Tecnológicamente sí. Disponemos de herramientas más potentes a cada día, a cada minuto que pasa. Podemos analizar conjuntos de datos cada vez mayores sobre cómo funciona cada sistema que compone este proceso, de sensores en miles de millones de dispositivos, de hogares hiperconectados, de sistemas para la telelectura del consumo en cada hogar, de apps para saber si mi casa consume más o menos que la media de hogares similares al mío, y que convierten en un juego el ser más responsable con el uso que cada uno hace del recurso. Tenemos máquinas que aprenden y que nos aconsejan a qué hora es mejor activar los bombeos para llenar los depósitos, que nos avisan de la llegada de una tormenta para que nos preparemos y evitemos desbordamientos del alcantarillado al medio, de instalaciones que regeneran el agua residual y permiten reutilizarla para regar y prevenir la escasez allí donde el recurso es escaso. Pero todo ese despliegue requiere invertir. No es un capricho, es supervivencia (de todos, no de las empresas de aguas). Mejor dejar de lado el postureo, por muy bien que quede decir que el agua es de todos, o precisamente porque el agua es de todos, es necesario hacer que sea sostenible abastecerse de agua.

AH presenta «The Walking Toallitas» #noalimentesalmonstruo

Una extraña forma de vida inmunda se ha desarrollado en las alcantarillas

Este vídeo de Aguas de Huelva lo cuenta.
Por muchas prohibiciones que nos impongan, si nuestro hábito de tirar las toallitas húmedas al WC en vez de al cubo de la basura no cambia, poco podremos hacer para impedir que aflore este monstruo.

Me gustó mucho participar con el equipo que ideó este vídeo, cuando era poco más que una idea peregrina por la que ellos apostaron poniéndole mucho entusiasmo. 

Ahora es una realidad que espero nos ayude a todos a concienciarnos de que con un sencillo gesto podemos evitar seguir destrozando nuestro medio ambiente y poniendo en peligro las vidas de los que esforzadamente tienen que andar deshaciendo el embrollo que las malas costumbres en el uso de toallitas húmedas generan. Gran trabajo del personal de Aguas de Huelva, para mí es un orgullo haber trabajado a vuestro lado.

El agua regenerada es un recurso esencial en las zonas con escasez, dijo Joaquín Marco

Lo dice Joaquín Marco en este vídeo de making of (con una efe, please, o si no, de «así se hizo») sobre el 12° foro iAgua, dedicado en esta ocasión a la reutilización.

Y lo dice muy bien, por cierto. Y también es bien cierto lo que dice. Presencio donde vivo a diario un desperdicio colosal de agua potable, usándola para baldear las calles, por ejemplo, mientras que en otros lugares se ven obligados a exprimir el recurso hasta su último aliento. ¿Para qué usar algo tan costoso para tirarlo al suelo, si con un agua de menor exigencia podemos cubrir la necesidad? Hace falta mucha concienciación, y ya viene bien divulgarlo con claridad. Que se sepa.

Big data y resiliencia

La resiliencia es (según la Real Academia Española):

resiliencia

Del ingl.resilience, y este der. del lat.resiliens, -entis,part. pres. act. deresilīre ‘saltar hacia atrás, rebotar’, ‘replegarse’.

1. f.Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.

2. f.Capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido.

Aplicado a las ciudades, el término se refiere a su capacidad de recuperarse después de una catástrofe natural. Los golpes nos hacen más fuertes, al parecer. Es más que relevante el proyecto RESCCUE, liderado por suez, dedicado precisamente a medir esa capacidad de sobreponerse a las adversidades, y a promover medidas que la aumenten.

Odile es un proyecto de BBVA y UN Global Pulse en esa línea, pero pensando en el dinero, o en medir la resiliencia económica de la gente en los desastres naturales. Si miras los pagos hechos con TPV por la gente antes y después del huracán, sacas llamativas e inesperadas conclusiones sobre su comportamiento y su resistencia al desastre.

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Casi como cuando se avecina un puente vacacional, parece ser que el gasto aumenta un 50% en los días previstos al huracán pronosticado, y que las mujeres gastan el doble que los hombres en esos preparativos. Llamativo.

Serendipia de nuevo. Crean por error nanobarras que recolectan agua

A menudo cuando te pierdes te encuentras. A los científicos que buscaban un tejido que retuviera el sudor les frustraba que no consiguiesen que funcionara. Esas telas volvían a humedecerse al poco rato. ¿Y si usáramos ese tejido para capturar la humedad del aire?

Podéis ver el artículo de gizmag y un vídeo aquí

Agua y tecnología, ¿oportunidad o riesgo?

El martes que viene voy a participar en una mesa redonda en el Palacio de Congresos de Tarragona dentro del programa de Ciberágora que organiza el Ayuntamiento de Tarragona. Me honra compartir mesa y turno para opinar en una potente jornada con grandes firmas y mentes despiertas que han pensado profundamente en cómo manejar el actual entorno de la mejor manera posible.

En Oriente no tienen estos problemas del dualismo. Aquí vemos una cosa, cualquiera, desde un insecto hasta un tráiler de 9 ejes, y tenemos que estar evaluándolo y hacerlo pertenecer a una categoría o su contraria. Bueno o malo, grande o pequeño, amenaza u oportunidad.  Y con la digitalización, o con la tecnología, nos pasa igual. Además, es llamativo que cada año la tecnología tenga que ser un nuevo tema. Que tenga que haber una nueva revolución, un salto cualitativo, una completa revolución “disruptiva”, una extinción de los dinosaurios cada año. Como con el partido del siglo y los momentos históricos, que actualmente tenemos unos tres por semana.

Lo cierto es que según recientes estudios, Europa está funcionando por debajo de su potencial digital. Acelerar la digitalización de sus actividades podría añadir billones de euros a su crecimiento económico en menos de una década.

El “nuevo” entorno digital está repleto de ambas facetas de esa dualidad, lleno de amenazas y oportunidades. Pregunten a un taxista qué piensa de Über. Pregunten a los reyes magos qué piensan de Amazon, a los periódicos de papel que quieren, ahora, limitar la reproducción de sus contenidos. O bien, pregúntense a dónde les apetece hacer una escapada de fin de semana y cómo evitar dedicarle tanto o más tiempo a encontrar el mejor lugar y el mejor precio para ello. Un artículo de McKinsey que leía recientemente lo comparaba con el mundo del surf. El nuevo entorno digital tiene tiburones bajo el agua en forma de competidores implacables que nos pueden echar literalmente del mercado, pero también ofrece la ocasión de surcar la mayor ola de la historia, permitiendo al más ágil en adaptarse anotar resultados varios órdenes de magnitud por encima de lo habitual.

Ese mismo artículo hablaba de un regreso a los clásicos para desplegar la estrategia de las empresas en este “nuevo” contexto. Se trata de volver a entender las leyes del mercado. Los oligopolios de grandes márgenes pueden haber permanecido sordos al rumor de la demanda insatisfecha de nuevos servicios, de servicios realzados con información, de experiencias de usuario perfectas (se espera el mismo estándar de experiencia para la tienda Apple que para la frutería de la esquina). O ciegos ante las oportunidades de simplificar y potenciar sus procesos de producción, sus sistemas de aprovisionamiento, producción y suministro al cliente, de cortocircuitar las asimetrías de información entre los que ofrecen y los que demandan, de utilizar las plataformas hiperampliadas que existen para comerciar. Y se pueden producir cambios graduales o cambios bruscos que provoquen una total ruptura con el pasado, combinando o no varios de estos ejes transformadores.

Hay amenazas bajo la superficie, pero también hay oportunidades esperando a los valientes que las exploren y las conviertan en nuevos modelos de negocio. Y en este entorno un mes de agilidad supone un abismo de resultados entre el que se atrevió y los que esperaron a la siguiente ola.

En el caso del agua, hace unos 20 ó 30 años, todos los directores generales de empresas de aguas andaban como locos buscando talentos que domasen las «nuevas tecnologías». Ninguno quería ser el último en montar sistemas informáticos de gestión de relaciones con los clientes, el «Telemando», el GIS o Sistema de Información Geográfica, y cómo no, la sectorización para reducir las pérdidas en la red de abastecimiento.

La tecnología como un precioso adorno para seguir funcionando como siempre, con estructuras – pirámide, con altos cargos que llevaban un séquito de informáticos para montar presentaciones multimedia (las transparencias de retroproyector eran los PowerPoint de entonces, casi igual de soporíferas y asesinas del espíritu crítico, pero se podía pintar sobre ellas con rotuladores indelebles).

Todos se apresuraron a desplegar sistemas de telecontrol, que se convirtieron en magníficas salas de karaoke para hacer un playback de cómo al pulsar un botón se abre o se cierra una válvula. Los GIS estaban llamados a tecnificar la plantilla y hacer una hoguera con los armarios repletos de planos en papel vegetal o copiados al amoníaco. Los modelos matemáticos eran una bola de cristal para saber qué iba a pasar antes de que pasara. La mano de obra del becario se iba a sustituir por mano de obra de administrativos informatizados y becarios disciplinados que rellenaban formularios y bases de datos y calibraban las rugosidades de las tuberías para que lo que la realidad del telemando se empeñaba en mostrar sobre las presiones coincidiese con la predicción a ciegas que hacía el modelo.

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¿Qué pasa hoy con la transformación digital en el mercado del agua? Lo primero, en mi opinión, es que casi nadie tiene muy claro qué es, o cómo aplicarla a nuestro sector, tan conservador, tan alérgico al riesgo, tan instalado, concentrado en el territorio (ciudades) pero diverso, con tantos reglamentos de servicio como municipios, con barreras de entrada, lobbies que escriben las normativas, enormes inversiones prescritas por los que rigen la ciudad pero que pagan, al final, los ciudadanos . Podríamos quedarnos en la butaca, cruzados de brazos pensando que lo que pasa en los demás sectores no va a pasar en este. Lleva tiempo pasando, de hecho.

Los dashboards integrales, la telelectura de contadores, los centros digitales de control, los servicios web y las apps que enriquezcan la experiencia de cliente, dándole un sentido transcendente a nuestra actividad empiezan a desembarcar. Timidamente, puede ser, pero cada flor digital de este campo invitará a otras a sumarse, y acabaremos haciendo un bosque en el casi nada va a ser como antes.

¿Seremos capaces de convertir en un juego el ducharse con cada vez menos agua, para que puedan competir con lo que consumen los vecinos de su barrio, e incluso ofrecer a nuestros clientes (antes se llamaban abonados=obligados) la posibilidad de que parte de su ahorro se destine a iniciativas sociales o a la recuperación ambiental de un espacio degradado en su entorno?

¿De inspeccionar infraestructuras antes inaccesibles usando drones con cámaras?

¿De simplificar el trámite, penoso, de demostrar que habitamos en una vivienda para darnos de alta del servicio?

¿De robotizar actividades repetitivas o sin valor y liberar capacidad para pensar más, mejor, y hacer más con menos?

¿Tendremos la habilidad digital de usar la sensórica para predecir cuándo conviene realizar un mantenimiento de un equipo crítico?

¿Podemos crear lagos de datos abiertos para que los nómadas digitales buceen en ellos, los combinen con otros orígenes y creen nuevos minotauros, quimeras útiles que aporten valor a la sociedad en su conjunto?

¿Nos capacitaremos para anticiparnos a las tormentas, coordinarnos con otros servicios de la ciudad para que la ciudad en conjunto se recupere antes de los impactos (que sea resiliente)?

Sí lo lograremos, de hecho en varios de estos casos ya lo hemos logrado. El futuro  presente es digital, es innovador, es social y es sostenible. Y va a girar cada vez más rápido.