La referencia de este libro fue un regalo de un compañero de trabajo que ha tenido la paciencia infinita de seguir este blog durante un tiempo. Me lo recomendó en relación con los Tiempos líquidos de Bauman, y llevo un tiempo leyéndolo. Es uno de esos libros para leer subrayando, anotando, lleno de potentes frases de las que abren los ojos.
Aquí tengo un mapa mental sobre el contenido del libro que hice en un avión o en un tren las pasadas semanas. He tenido muchos viajes últimamente (y más que voy a tener), y eso es paradójicamente una ocasión de leer mucho para mí.
La idea central alrededor de la que gira el libro es que frente a lo que nos asusta, nos incomoda o nos produce rechazo, nuestra reacción habitual es la de endurecernos, la de diferenciarnos del asco, ira, lujuria, codicia o demás emociones «negativas» que la situación o persona nos produce. Ponemos una barrera entre el «yo» y la reacción de nuestro «yo» a la «realidad», como si ambas cosas estuvieran separadas. La tesis del libro es que «yo» y «realidad» son la misma cosa. Bueno, que no son nada, que es lo mismo. Mientras vivimos nuestra existencia como una isla separada del sufrimiento de los demás, dejando a un lado la compasión, buscando permanencia en un mundo que continuamente cambia y que con cada cambio nos hace pasar por las cinco etapas del duelo, nos perdemos el presente, que es esa cosa imposible de agarrar que ocurre cuando nuestro incesante diálogo interior hace una microscópica pausa.
Hay maneras de ganar conciencia (el mindfulness que me me tiene obsesionado últimamente), eslóganes que, repetidos antes de hacer algo grande o algo pequeño, nos permitirán ver lo que todo el tiempo está ante nuestros ojos pero que no vemos porque pensamos en el siguiente paso, en la reunión, en el viaje, la universidad de los niños o en satisfacer de inmediato hasta nuestro último y fugaz capricho.
Ojalá pueda yo escapar del círculo del sufrimiento, ojalá puedan escapar mis seres queridos del círculo del sufrimiento, ojalá mis meros conocidos puedan escapar del círculo del sufrimiento, ojalá mis peores enemigos puedan escapar del círculo del sufrimiento, ojalá todos nosotros juntos podamos escapar del círculo del sufrimiento, comprender y disfrutar el milagro cotidiano de respirar, de ver, oir, oler, palpar y saborear lo que en este preciso instante ocurre.
Percibir la conexión entre mi sufrimiento, mis sueños y los sufrimientos y sueños de todos los seres sensibles, darse cuenta de que son una misma cosa y de que en el fondo no son nada, ni yo, ni el sufrimiento, ni el imaginario paso del tiempo con que nos inventamos una película que gira incesante hacia un precipicio en el vacío, percibir esa vacuidad es una visión vertiginosa. Repele y repugna a nuestra razón, a nuestra necesidad de apoyar los pies en un suelo firme.
Por eso la reacción instintiva es tapar eso con lo que podamos, con un diálogo interior incesante, como una jungla de monos y pájaros chillones que nos hagan creer que estaremos aquí para siempre, que escaparemos de desintegrarnos y de ese último instante en que nos daremos cuenta de que nuestras obras se harán polvo y volverán a alimentar el viento. Y otra opción es estar aquí y ahora. Sólo aquí y ahora, respirar, no juzgar lo que se nos pasa por la cabeza. No es bueno ni malo. Se observa y se deja pasar.
Pema Chödrön es una norteamericana que ha estudiado el budismo zen y que nos lo explica a los occidentales con maestría, con ejemplos que somos capaces de entender, y al mismo tiempo con un rigor y un conocimiento de las fuentes milenarias y sabias que lo fueron construyendo, barnizando y lavando con experiencia directa durante siglos.
¿Significa esto que hay que convertirse al budismo? ¡No! O ¡no lo sé! Significa que hay que vivir del todo cosa que seguro que todos vosotros hacéis a la maravilla, pero que yo todavía estoy aprendiendo, pasito a pasito como un ser torpe y obstinado que pone su mejor empeño en cada minuto.
[…] parezca alfabetizado y todo) de Anagrama. Solía llevarme los libros de 5 en 5, pero como me hice mindful a medias, me he llevado uno solo, otro Bolaño Es como proponerme algo con bechamel, almendras […]
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